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​16 millones de kilos

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Este fin de semana han salido a la luz los detalles de la operación Pindaan, llevada a cabo por el SEPRONA de la Guardia Civil, en colaboración con EUROPOL, INTERPOL y el Ministerio de Transición Ecológica.


Se ha procedido a la detención de 27 miembros de una banda organizada que exportaba los plásticos contaminados de los invernaderos al Sudeste Asiático. Informan las autoridades que se trataba de un negocio muy lucrativo, al alcanzar los 15 millones de euros de ganancias, en 301 envíos entre 2018 a 2020, suponiendo 16.000 toneladas de residuos tóxicos exportados mayormente a Malasia y Camboya desde el puerto de Valencia.


Hasta 2018, las exportaciones de residuos plásticos eran una buena solución para reponer los contenedores a China, pero cuando el gobierno de la fábrica del mundo prohibió la importación de plastic waste, el flujo se cortó de golpe. Obviamente las plantas de reciclaje locales no pueden absorber el volumen que generamos, ni aquí, ni en Europa ni en Estados Unidos. En esta tesitura receptores del Sudeste Asiático aprovecharon para acaparar mercado. El problema es que Malasia, la principal alternativa a China, ya padecía una situación de colapso, descontrol y escasa gestión medio ambiental. El puerto de Port Klang resulta destino para muchas exportaciones de plástico de los países desarrollados, y padece congestión de contenedores en recepción, inspección y devolución a origen. Es ahí donde radica el origen de Pindaan. La aduana malaya devolvió a España parte de un lote por no declarar la mercancía correspondientemente. Se trataba de plástico no descontaminado procedente de la agricultura intensiva, que requiere una serie de trámites y procedimientos que encarecen su tratamiento. Murcia, Almería y la Comunidad Valenciana eran los principales orígenes del codiciado plástico usado masivamente en invernaderos. La trama ofrecía pagar más de lo habitual por los plásticos duros, que son muy apreciados en la industria del reciclaje para su reutilización como materia prima. Este aspecto resulto una pista certera para los investigadores, detectando las transacciones de manera clara y concisa.


Exportar 301 lotes es un volumen notable. Algún transitario, despachante de aduanas y naviera han participado en ellos con seguridad, pero nadie sabe nada, o mejor dicho no quiere saber nada o no le autorizan a saber nada. Estamos hablando de exportación de 16 millones de kilos de plástico altamente contaminado a países pobres. Si la organización criminal se embolsó 15 millones de euros de beneficio, algo habrá caído a toda la cadena. La clave radica en la falta de control y procedimientos adecuados para evitar este tipo de exportaciones perniciosas. ¿Es cosa del exportador, del vendedor, del transportista, del receptor o del sistema? Es igual, el daño está hecho y la contaminación de océanos evidente. Lo peor es que en este caso, no se tira tan sólo plástico, sino que también veneno al medio ambiente.


Los fitosanitarios contenidos en estas exportaciones son tóxicos y tirarlos a descampados, ríos o directamente al mar es un acto criminal, un atentado contra el planeta y foco de cambio climático, ¡tanto aquí como en Camboya! El efecto mariposa es real y cada vez más notable.

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