Este nuevo modelo ofrece una explicación de por qué todavía se han producido relativamente pocos incidentes relacionados con la ciberseguridad en el sector marítimo, pero también por qué las compañías navieras no deben bajar la guardia.
Esta tercera versión de las directrices introduce la recomendación de la Organización Marítima Internacional (OMI) de abordar los riesgos cibernéticos de la misma manera que cualquier otro que pueda afectar la operación segura de un buque y la protección del medio ambiente