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Las 'cuarentenas' en Baleares a lo largo de la historia

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 MG 2124

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Hasta finales del siglo XIX, la navegación constituyó uno de los principales mecanismos de difusión de enfermedades infecciosas y se ha identificado como un sistema de expansión de muchas de las epidemias y pandemias que siglos atrás afectaron a la Humanidad.

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No es de extrañar, por tanto, que a lo largo de la historia de la navegación y hasta épocas relativamente recientes, la mayoría de las enfermedades infecciosas fueran transportadas por marineros, pasajeros y mercancías llegadas por mar de lugares remotos, dando así lugar a la aparición y propagación de las epidemias de paludismo, fiebre amarilla, sífilis y peste, entre otras que a lo largo de siglos ha padecido la humanidad.


Seguramente la más terrible fue la epidemia de peste negra que surgió en el siglo XIV y que azotó a todo el mundo produciendo una mortalidad de las tres cuartas partes de la población. La impotencia e ineficacia de las medidas adoptadas durante el largo periodo que duró la epidemia llevó, en 1377, a las autoridades de Ragusa (hoy Dubrovnik), en la costa de Dalmacia y Venecia, a adoptar por primera vez en la Historia, la "cuarentena" en los barcos como medida de protección, prohibiendo la entrada de aquellos procedentes de zonas infectadas, hasta superar un periodo de cuarenta días sin que apareciese la enfermedad.


Las epidemias seguían su curso, y el primer lazareto de Europa se construiría en 1403 en Venecia, en la isla de Santa María de Nazaret. A partir de este momento, se fue generalizando su construcción como una medida de protección de las poblaciones.


Un lazareto es una instalación sanitaria, más o menos aislada, donde a lo largo de la historia se han tratado enfermedades infecciosas. Históricamente se han utilizado para enfermedades como la lepra, la tuberculosis o la fiebre amarilla, y se solían instalar en los puertos de las grandes ciudades costeras para tener en cuarentena a las embarcaciones o personas procedentes de otros países contaminados o sospechosos de contagio.


Las instalaciones contaban con un amplio equipo médico que debía cuidar de los enfermos, aunque en muchas ocasiones, y debido al contacto directo, el propio equipo médico también caía enfermo.


Habitualmente, los lazaretos o cuarentenas se dividían en tres zonas o patentes: Patente sospechosa, destinada para recibir las personas y efectos procedentes de puertos sospechosos o que habían tenido contacto en la travesía con barcos con posible contagio. Patente sucia, cuando las personas y mercancías procedían de buques apestados o que habían tenido contacto con barcos en esas condiciones. Finalmente, estaba la patente apestada, para los afectados por enfermedades contagiosas, y situado normalmente en la parte más elevada y separada.


Maó, uno de los mejores del siglo XIX

Antes de que el Lazareto de Maó fuera construido, Europa contaba con 16 lazaretos: 2 en Venecia, 1 en Marsella, 2 en Génova, 2 en Malta, 2 en Trieste, 3 en Liorna, 1 en Nápoles, 1 en Corfú, 1 en Zante, y 1 en Castelnuovo. Tras estudiar los más importantes del mundo, se proyectó el Lazareto de Maó, una construcción que a pesar de haber quedado incompleta al no haberse construido nunca la Patente Limpia, fue uno de los mejores a principios del siglo XIX.


En 1793 se dio la orden de construcción del Lazareto de Maó, empezando las obras a finales de ese mismo año. Los trabajos se paralizaron en 1798 para ser retomados en 1803. En septiembre de 1807 se dieron por concluidas las obras de construcción. Fue edificado sobre la Península de San Felipet, situada a la entrada del puerto de Maó. Tiene unos 1.240 metros de longitud por 380 metros de anchura media. Estaba unida a la costa norte del puerto por un istmo de 111 metros de ancho. Este fue demolido para que fuera una isla.


Estaba circundado por una muralla de piedra de sillería desde donde se abrían cuatro puertas principales que conducían a las diferentes patentes.


Después de múltiples usos, entraría en una etapa de abandono que duró unos diez años y en la que fue progresivamente deteriorándose, hasta que en 1816 Fernando VII inició la restauración y consiguió que sirviese para lo que realmente había sido construido.


Gracias a las mejoras realizadas, en 1917 el Lazareto de Maó era un establecimiento sanitario de lujo. Dos años más tarde estuvo en la isla el último barco en cuarentena, dejando de ser usado desde ese momento para fines sanitarios.


El Lazareto de Maó cerraba así una etapa sanitaria de 100 años en la que, según fuentes de la época, pasaron 13.864 barcos en cuarentena. Un total de 111.184 pasajeros y 276.693 tripulantes fueron aislados entre sus muros para cumplir la obligada cuarentena y poder retomar su vida.


Cuarentena de Palma

En Palma, hasta el siglo XVII se utilizó como lazareto el oratorio de San Nicolás de Portopí. Más tarde el virrey Conde de Montoro, con los jurados del Reino, decidió en 1656 construir una obra ex profeso en un paraje costero cercano a s’Aigua Dolça.


Este antiguo recinto de la Cuarentena, parte del cual se encuentra hoy convertido en parque, se hallaba totalmente cerrado mediante un muro de sillería, como era práctica común en este tipo de establecimientos, y tenía un acceso al mar para embarque y desembarque de mercancías y pasajeros sometidos al régimen de cuarentena. Se conserva aún el portón de acceso al mar, con sus escudos y placa grabada. Ha desaparecido prácticamente el resto de las instalaciones, cuya versión actual, a pesar de su obsolescencia, sería de las que se encuentran en el muelle de Ribera de San Carlos.


Este lazareto se hallaba ya construido en este lugar en el siglo XVII, y prestó servicio hasta finales del XVIII en que se produjo un agrupamiento de este tipo de establecimientos señalando para la zona de levante española el de Maó, adonde acudían los barcos con patente sucia con destino a los puertos insulares y del levante peninsular.


¿Y en Alcúdia?

Las primeras noticias sobre instalaciones portuarias propiamente dichas en el puerto de Alcúdia datan del siglo XVIII, y se trata del Proyecto de Cuarentena que aparece en el plano de la Ciudad de Alcúdia de la colección de Jeroni Berard de 1785. La decisión de construir una cuarentena e instituir una Junta de Sanidad con sus morberos pone de manifiesto la existencia de un apreciable tráfico mercantil en el siglo XVIII. El proyecto de esta instalación aparece nítidamente en el plano citado de Jeroni Berard aunque, por los restos conocidos aún visibles al final de los años 50 del siglo XX, puede sospecharse que tan solo se llevó a término del proyecto un modesto muelle embarcadero y alguna obra dentro de un alto muro de cierre del recinto. Estas obras aparecen grafiadas en diversos planos mostrando el estado del paraje a mediados del siglo XIX.


Tres lazaretos en Eivissa

Tenemos constancia de tres lazaretos en Eivissa a lo largo de la historia. Estos lugares sirvieron como refugio y cárcel para aquellos condenados a aislarse al ser sospechosos de enfermedad. Allí eran amontonados los esclavos cobrados a los moros, y la tripulación de bajeles cuando cundía el pánico por peste o epidemias. En tal caso las desinfecciones eran contundentes, con azufre, cal viva, baños de mar, fuego, etc.


Durante el siglo XVII se utilizó el lazareto situado en es pas Estret, que obligaba a los tripulantes a una incomunicación total. Poco sospechan aquellos que bajan hoy en día hasta esta diminuta cala, que tiempo atrás este tramo de costa fue utilizado por enfermos e infectados. Y es que la condición fundamental para establecer un lazareto era el difícil acceso por tierra, y esta pequeña cala es el primer rincón del que se tiene referencia que fuera usado como emplazamiento para poner en cuarentena barcos y tripulaciones.

En el XVIII se decidió trasladar el lazareto a la playa de Baix de Sa Penya, lo cual permitía una vigilancia visual directamente desde la muralla.


La cuarentena que debía guardarse a bordo de los barcos se efectuaba en esa playa, mientras que la verificación de mercancías y de tripulantes y pasajeros se realizaba en s'Illa Plana, que por aquel entonces, al igual que s'Illa Grossa y la del Botafoc, aún era un islote separado de tierra firme y donde, como en una gran lavandería, quedaban tendidas de cuerdas todas las ropas. Todos los corsarios que regresaban de las costas de Marruecos, Algeria, Túnez y Libia pasaban por la cuarentena.

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